A Carla Badillo Coronado
Se
deslizan, desde el cielo
pañuelos de gran tamaño.
Uno
trata de cobijarte
y
tú te acurrucas como un feto ensangrentado.
Y
crecen de ti,
a
través del cordón umbilical que te une a la tierra,
brazos
como retoños que abrazan
a
todas las mujeres que fuiste y que serás.
Más
tarde, te colmas de sangre y nido
y
un pulso de tus senos
viertes,
como un umbral
o
como un temblor de boca
en
selvas y asfaltos.